
Del 20 al 22 de mayo últimos tuvo lugar la London International Wine Fair en Excel.
Un socio de Santopoco, Tito Guarnieri, visitó la feria, no como un interesado directo ni profesional dedicado a la materia, sino como acompañante de su hija, diseñadora especializada en etiquetas para vinos, que concurrió a presentar sus trabajos en tan importante Feria. Con la particular visión de un viajero asiduo, acostumbrado a aguzar los sentidos frente a lo nuevo, sin prejuicios, sin más mapa de ruta que el del olfato y un inconfundible sentido de la orientación que da el permanente ejercicio de la búsqueda de lo bueno, del placer.
Tito nos contó su experiencia: “ la London Internacional Wine Fair es, entre muchas otras cosas, una demostración de buen gusto y de excelente organización.
Los expositores fueron ubicados en stands adjudicados a cada uno de ellos para que aprovecharan la circunstancia excepcional de la Feria para su promoción. Si bien se notaba, en algunos casos más que en otros, el esmero en la cartelería y el diseño, me llamó la atención la pobreza del dominio del idioma en algunas de las personas encargadas de la promoción. Entre nosotros, los franceses, los italianos y los alemanes, cuyo inglés no iba más allá que el del delicioso personaje de Nick, el imperdonable Gaturro. En fin, que si estos expositores del mal inglés, estaban dispuestos a pagar 269 libras por metro cuadrado por día - más IVA- los londinense estuvieron más que dispuestos a entenderlos a la perfección.
La dinámica de esos tres días era sencilla. Uno recibía un catálogo oficial y allí estaban descriptas todas las actividades: charlas de enólogos especialistas, presentaciones de nuevos productores; seminarios tan variados que abarcaban temas tan amplios y diferentes como Cómo entender a los distintos consumidores, hasta Cómo enfrentar el cambio climático en la producción de uvas premium.
Un socio de Santopoco, Tito Guarnieri, visitó la feria, no como un interesado directo ni profesional dedicado a la materia, sino como acompañante de su hija, diseñadora especializada en etiquetas para vinos, que concurrió a presentar sus trabajos en tan importante Feria. Con la particular visión de un viajero asiduo, acostumbrado a aguzar los sentidos frente a lo nuevo, sin prejuicios, sin más mapa de ruta que el del olfato y un inconfundible sentido de la orientación que da el permanente ejercicio de la búsqueda de lo bueno, del placer.
Tito nos contó su experiencia: “ la London Internacional Wine Fair es, entre muchas otras cosas, una demostración de buen gusto y de excelente organización.
Los expositores fueron ubicados en stands adjudicados a cada uno de ellos para que aprovecharan la circunstancia excepcional de la Feria para su promoción. Si bien se notaba, en algunos casos más que en otros, el esmero en la cartelería y el diseño, me llamó la atención la pobreza del dominio del idioma en algunas de las personas encargadas de la promoción. Entre nosotros, los franceses, los italianos y los alemanes, cuyo inglés no iba más allá que el del delicioso personaje de Nick, el imperdonable Gaturro. En fin, que si estos expositores del mal inglés, estaban dispuestos a pagar 269 libras por metro cuadrado por día - más IVA- los londinense estuvieron más que dispuestos a entenderlos a la perfección.
La dinámica de esos tres días era sencilla. Uno recibía un catálogo oficial y allí estaban descriptas todas las actividades: charlas de enólogos especialistas, presentaciones de nuevos productores; seminarios tan variados que abarcaban temas tan amplios y diferentes como Cómo entender a los distintos consumidores, hasta Cómo enfrentar el cambio climático en la producción de uvas premium.


En cuanto a los stands argentinos, debo decir, que se destacaban por el diseño, la atención, el buen inglés hablado por los promotores, además, por supuesto de la alta valoración general de nuestros vinos. Había, aproximadamente quince bodegas de nuestro país, que bajo una denominación común: Wines of Argentina, dio a nuestros productos una mayor visibilidad. Y hablando de visibilidad, cada persona ostentaba una identificación con su nombre y profesión o interés en la Feria. Así, cada uno podía dirigirse a un “desconocido” y entablar directamente la conversación hacia su punto de interés.
Una de las grandes deudas, sin embargo, con un elemento esencial de la industria del vino en todo el mundo, me sigue pareciendo (aunque debo aceptar que me comprenden las generales de la ley, por mi hija) la falta de reconocimiento e identificación de los diseñadores de etiquetas, aspecto fundamental en la percepción de un vino de alta gama.
Tuve oportunidad de degustar productos de altísima calidad, cuyas etiquetas no hubieran suscitado en mí más que el más profundo rechazo en cualquier punto de venta.
Por el contrario, los ingleses –grandes importadores- son la excepción. De todas maneras, y salvo contados casos el diseño me sigue pareciendo el aspecto más conservador en una industria que crece cada año lo suficiente para arriesgar algunas innovaciones. Otro tanto, sucede con los nombres. Es así, que quise reflejar algunas curiosidades que pueden verse aparte. (Ver recuadros).
De vuelta en Argentina, y casi a modo de una conclusión parcial, reflexiono que es casi un mandato para nuestros productores presentarse como alternativas de vinos de alta gama y en concordancia precios competitivos en todo el mundo.
Finalmente, pero no menos importante, todo lo asociado con la industria vitivinícola, especialmente los Recursos Humanos, tales como nuestros enólogos y diseñadores no tienen nada que envidiar a sus pares. Ni siquiera a los very, very expensive british designers. Un desafío a la mano. Imperdible. Urgente.
La seguimos el año que viene."
Una de las grandes deudas, sin embargo, con un elemento esencial de la industria del vino en todo el mundo, me sigue pareciendo (aunque debo aceptar que me comprenden las generales de la ley, por mi hija) la falta de reconocimiento e identificación de los diseñadores de etiquetas, aspecto fundamental en la percepción de un vino de alta gama.
Tuve oportunidad de degustar productos de altísima calidad, cuyas etiquetas no hubieran suscitado en mí más que el más profundo rechazo en cualquier punto de venta.
Por el contrario, los ingleses –grandes importadores- son la excepción. De todas maneras, y salvo contados casos el diseño me sigue pareciendo el aspecto más conservador en una industria que crece cada año lo suficiente para arriesgar algunas innovaciones. Otro tanto, sucede con los nombres. Es así, que quise reflejar algunas curiosidades que pueden verse aparte. (Ver recuadros).
De vuelta en Argentina, y casi a modo de una conclusión parcial, reflexiono que es casi un mandato para nuestros productores presentarse como alternativas de vinos de alta gama y en concordancia precios competitivos en todo el mundo.
Finalmente, pero no menos importante, todo lo asociado con la industria vitivinícola, especialmente los Recursos Humanos, tales como nuestros enólogos y diseñadores no tienen nada que envidiar a sus pares. Ni siquiera a los very, very expensive british designers. Un desafío a la mano. Imperdible. Urgente.
La seguimos el año que viene."

¿Me repite su nombre?
"Si está por sacar su propia marca arriésguese con un nombre original. Vayan algunos ejemplos vistos en Gran Bretagna:
Artero
Fat Cat
Fat Bastard
Piropo
Más osados aún:
Malo
No, Confortable Wines
No house
Pink elephant
Pink panther
Pink Truck
Pink Umbrella
Curiosidades oftalmológicas:
Strabismo di Venere
O unas refulgentes, botellas de aluminio (final de desodorante en boca): Think pink, Think red, Think white. ¡Para encandilarse!
Nombres del montón:
Si no quiere pertenecer a este grupo, abandone estos y todas sus variantes, en cualquier idioma:
Alto, Barón, Cave, Casa, Castel, Domaine, Finca, Heredad, Marqués, Quinta, Reserva, Saint, Señorío Terra, Valle, Viña, Villa Wine of…(La lista es interminable…)”